Aún no amanece en La Habana. Pero muy temprano, en la madrugada del martes 19 de febrero, hay cubanos que ya están despiertos. Como Lídice, quien fue secretaria de un ministro del gobierno de la isla. Desde las 5.30 a.m. que no ha podido volver a cerrar los ojos. Porque a esa hora escuchó, en el pequeño aparato a pilas donde sintoniza Radio Martí de Miami, que Fidel Castro renunciaba indeclinablemente a la presidencia del país y a la comandancia en jefe de las Fuerzas Armadas.
Lídice piensa, a esas horas, que es sólo una especulación. Incrédula, una hora más tarde decide prender la televisión cubana, donde el primer noticiero confirma que el mensaje de renuncia de Fidel es cierto. Y ella casi puede imaginar lo que realmente ocurriría en las horas siguientes: el texto será transmitido varias veces en el día por televisión y radio. Ella es una detractora del sistema político impuesto por Castro, sin embargo no expresa satisfacción por esta noticia, pues cree que nada va a cambiar después del anuncio.
Al otro lado de la ciudad, en La Habana vieja, como se conoce a uno de los sectores más populares de la ciudad, Mariano Tuero escucha a esa misma hora la radio Reloj, una de las dos emisoras oficiales que a partir de entonces transmitirán por 24 horas las palabras del renunciado líder. A diferencia de Lídice, Mariano reconoce que la noticia lo entristeció. Pues aún es un fidelista convencido. Sin embargo, con el paso de las horas, se olvidará de este acontecimiento y, como suele hacer desde que jubiló, pasará sus horas de ocio en el Parque Central de La Habana. En medio de la tensa calma que se dejó sentir en la capital cubana el día que su líder por casi 50 años decidió abandonar el poder.
Aunque Lídice y Mariano representan posiciones políticas diferentes, los dos comparten la falta de asombro de los cubanos ante la renuncia de Fidel Castro. Y aunque éste fue el acontecimiento noticioso del día en todo el mundo -con declaraciones desde todos lados del planeta, desde el presidente Bush hasta el primer ministro británico Gordon Brown-, en La Habana no pasó de ser un tema más de conversación en las calles, en las micros (o guaguas, como aquí les llaman) y en las oficinas. Incluso, algunos cubanos aún seguían preguntando con curiosidad, ya bien entrada la tarde, si era efectivo que Fidel había renunciado. Quizás la señal más visible -y quizás la única- de la inquietud que produjo la noticia fue la dificultad para encontrar un ejemplar del diario Granma, el medio de difusión más emblemático del gobierno y donde fue publicado in extenso el mensaje de Castro comunicando su decisión. Cerca de las 11 de la mañana, cubanos y sobre todo extranjeros agotaron las ediciones del diario ese día. "Si normalmente vendo 300, ahora fueron cerca de mil", reconoce un vendedor en pleno centro. La historia había empezado el lunes 18. Ese día, pasadas las 5 y media de la tarde, llegó a Granma el último discurso de Fidel como presidente del Consejo de Estado. Más tarde, llegó a la televisión cubana. Y a la radio, que dio el primer aviso el martes a las 3 de la madrugada.
Según cuentan aquí en La Habana, Fidel terminó de revisar el mensaje más importante de los últimos años poco antes de enviarlo al periódico oficialista. Pero no se sabe mucho más. Ni más informaciones disponibles que corroboren el momento en que fue escrito. De hecho, el paradero del presidente cubano es una incógnita en la isla. Nadie sabe dónde está hoy. Y tampoco hay certeza del lugar donde vive. Algunos dicen que tiene varias casas de seguridad en La Habana y que va rotando entre ellas.
Un taxista que se jacta de estar bien contactado, asegura que esos son inventos y que Fidel Castro vive con sus hijos en la zona de Cubanacán, en el sector Marina Hemingway, ubicado en la parte oeste de la ciudad. "Es más: Fidel tiene ahí montado una especie de hospital", asegura, sin despegar los ojos del volante.
A la una de la tarde de este martes, nadie está pendiente del próximo informativo de la televisión. En la cafetería del Hotel Nacional, el más clásico de la ciudad, el administrador impide sintonizar Tele-rebelde, el noticiero de Canal 2, para conocer con mayor profundidad el mensaje de Fidel Castro. Porque aunque los del Nacional son considerados los fidelistas del rubro hotelero, el encargado dice que los clientes prefieren ver los canales de música de la TV por cable. E insiste en que la dimisión del presidente cubano es algo normal debido a su estado de salud.
Lo cierto es que los rostros relajados de los dos conductores del noticiario de esa hora sugieren absoluta normalidad. Después de dar la bienvenida, uno de ellos vuelve a leer el mensaje completo del comandante en jefe, por segunda vez en el día, en televisión. Luego aparecen los testimonios de varias personas que defienden su legado, mientras en la pantalla se lee: "Los cubanos reiteran su decisión de continuar las ideas y los ejemplos de Fidel". Al final de las noticias, un niño de 10 años desafía al presidente Bush con que jamás "será dueño de nuestra revolución". A partir de ahí las noticias se dedican a otros temas.
Alrededor de las 3 p.m., el movimiento en La Habana es el de un día habitual. En el Parque Central, uno de los más concurridos de la ciudad, se escucha discutir como siempre a los fanáticos del béisbol. También se ve pasear a numerosos turistas. Entre los visitantes está Mariano Tuero, quien ha llegado aquí después de su paseo de varias horas por el malecón. Sentado en un banco, relata que lo entristeció escuchar a un grupo de jóvenes alegrarse por la enfermedad de Castro. "A quienes nacimos antes de la revolución, nos apena que no se valore lo que esto significó", agrega este hombre que hoy vive con una modesta jubilación de US$ 8 mensuales. Monto que, según dice, apenas le alcanza para vivir.
En el trayecto del parque a la Universidad de La Habana, el chofer de un taxi dice que no lo tomó por sorpresa la renuncia de Fidel. "Es algo que se esperaba -explica-. En todo caso, espero que lo que venga sea para mejor, sobre todo si se espera una apertura". Frente al antiguo edificio de la universidad, un matrimonio de profesores espera un bus. Ella no está enterada de la renuncia del líder cubano y recién toma el diario Granma para informarse. Su marido, en tanto, no interpreta las palabras de Fidel como una partida, porque dice que continuará gobernando desde las sombras. Al hablar, pide reserva de su identidad. Y sólo cuando ello se le asegura, comenta que en la Asamblea Nacional del próximo domingo "todo está arreglado" para que Raúl Castro asuma el poder. Su mujer, quien ya terminó de leer el diario, opina que la renuncia de Fidel es más bien oficial y no real: "¿Por qué a la gente no le impacta la renuncia de Fidel?, porque cree que todo seguirá igual, no hay esperanza de que cambie el sistema". De Raúl, la profesora dice que la gente lo ve como una figura cercana. Recuerda que ,en septiembre del año pasado, él inició un proceso inédito para recoger en todo el país la opinión de los cubanos y prometió preocuparse de las inquietudes allí planteadas.
En la Universidad de la Habana el día ha transcurrido sin sobresaltos. Un grupo de jóvenes comunistas participa en una manifestación contra el desarme nuclear organizada por las Naciones Unidas. Abel, estudiante de cuarto año de Economía, no está inquieto por la renuncia de Fidel. "Hemos sido preparados política e ideológicamente para su partida. Lo importante para nosotros son las ideas revolucionarias", dice este joven que viste una polera roja con la cara del Che. A pocas cuadras de allí, frente al malecón, otro grupo de jóvenes juega un partido de fútbol, a pesar de la llovizna que empieza a caer. Carlos, quien trabaja como técnico en la televisión, dice: "Me da lo mismo que Fidel renuncie, porque el sistema no va a cambiar. Yo lo único que quiero es irme de este país. Si me preguntas por qué la gente es inmutable ahora frente al hecho, te diría que se debe a que nadie sabe a ciencia cierta si él está vivo, muerto o enfermo". Carlos no termina de hablar porque sus amigos le piden a gritos que vuelva a jugar. Lo último que alcanza a decir es que nadie más del grupo se atreverá a hablar por temor. A las 18.30 comienza el programa Mesa Redonda, el único espacio de conversación política de la TV en Cuba. Pero el tema central no es la renuncia de quien fuera su presidente por casi 50 años, sino que el aniversario de Radio Rebelde, la emisora que acompañó a los guerrilleros desde la Sierra Maestra, el próximo 26 de febrero. Mientras se desarrolla el foro, las figuras de Fidel y del Che en sus mejores tiempo se suceden una tras otra. Al final del programa, se lee una vez más el mensaje del renunciado líder. Luego, la conductora lee un editorial en su apoyo. Cuando termina, el público en el estudio -todos vestidos con una polera del Che- exclama: "Viva Fidel, viva Raúl, hasta la victoria siempre".
Pasadas las 8 de la tarde, cuando termina el programa, el centro de La Habana se prepara para las actividades nocturnas. Un cubano advierte, eso sí, que a diferencia de otros días, hoy hay muchos más policías que de costumbre. A esa hora, comienza el último noticiero televisivo de la tarde. Nadie se sorprende: se vuelve a leer el mensaje completo de Fidel y se repiten los testimonios favorables a Castro. Incluyendo, además, las declaraciones de algunos turistas, especialmente españoles, que van en la misma línea.
En la noche, en sus casas, los cubanos conversan de los temas de siempre. Al día siguiente, cerca de las 6 de la mañana, los despertará un nuevo noticiero. Allí ya no se leerá el mensaje de Fidel. Pero tampoco se bajará la guardia: en la sección internacional se dará cuenta de figuras internacionales que apoyan al renunciado jerarca. Hablarán Evo Morales, Hugo Chávez y Lula, quien dirá que "Fidel sigue siendo el único mito vivo que existe". Más tarde, en las calles, el Granma traerá editoriales de apoyo a Castro. Y una destacada nota sobre la visita que hará los próximos días el secretario de Estado del Vaticano, a propósito de los 10 años de la visita de Juan Pablo II a Cuba. De eso también se habla en La Habana.