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04 octubre 2007

Chile debería perder frente a Argentina

Tomando en cuenta la expectativa generada por el choque que sostendrán Argentina y Chile en Buenos Aires al momento de abrir las clasificatorias, y sospechando que las cuotas de ilusión han crecido a raudales en los últimos días, un poco por la presencia de Bielsa en la banca, otro poco por las notables actuaciones de Villanueva en Audax, no queda más que oficiar desde ya como pájaro de mal agüero. O más bien como estudioso de la historia. Y, si se quiere, como tipo equilibrado. En las tres opciones, la única respuesta posible ante la pregunta de moda -¿cómo nos va a ir en octubre en Buenos Aires?- tiene un solo resultado: Chile debería perder.


No quiero que pierda, claro. Y por ahí, al igual que todos, he alcanzado a ilusionarme. Si anda bien Bravo, si la defensa funciona como funcionó ante Austria, si Matías Fernández y Suazo amanecen iluminados, si todos corren como corrieron en la gira por Europa, si Bielsa consigue traspasar del todo su fórmula en los pocos días que quedan, si Villanueva es realmente el arma secreta de la que todos hablan, si Basile sigue nublado, si Argentina mantiene los medios tonos y esa pasmosa mediocridad de los últimos meses, si Messi despierta adormilado, en una de esas, quizás, "se dan las cosas". Pero lo más probable es que no se den. Y hay que estar preparados para eso. Para perder, así directamente, aunque suene duro.

A ver: no tenemos por qué ganarle a Argentina. Sería fantástico, notable. Pero tanto aquí como en la quebrada del ají nadie entendería nada. Parecería un acto de magia. No es imposible, ya sé. Pero es muy difícil. Que nadie le venda pescada por atún. Nunca, jamás, le hemos ganado a Argentina en Argentina. Menos por unas clasificatorias. A propósito: ¿ven como hemos cambiado los chilenos?, ya no hablamos de "eliminatorias", sino de "clasificatorias". Paso adelante.

Otros aires y otros discursos nos convocan desde que, a pasos agigantados, pasamos de los clubes desordenados e impresentables, de las picantes agrupaciones de barrio sin fines de lucro (sóplame un ojo), a las muy profesionales y exitosas sociedades anónimas. Por si acaso: exitoso no es ser campeón, sino pagar los sueldos a tiempo, cancelar las imposiciones, no robarse la plata y ser vigilado, en cuanto al presupuesto mensual, por organizaciones externas. Eso es ser exitoso.

Y estamos más cerca. Las cosas cambiaron desde que pasamos de Reinaldo Sánchez a Harold Mayne Nicholls, con todas, absolutamente todas, las connotaciones que eso tiene. Desde que los amistosos se juegan en Viena con Austria, o en Suecia contra Brasil, y no en Curicó contra Costa Rica o en Iquique contra Panamá. Desde que Bielsa, respetado por todos, y no Acosta, desacreditado y atropellado por todos, es el técnico. Desde que los ordinarios son castigados y salen de la Selección y nadie o casi nadie reclama... Sólo los más tontitos. Desde que el gobierno anuncia modificaciones totales para la porquería de estadios que tenemos, junto a una inversión de casi 50 millones de dólares. Desde que por fin la Intendencia y Carabineros hacen su pega y defienden lo único defendible: ya no se puede jugar más fútbol profesional, nunca más, en estadios miserables y peligrosos. Se suspenda lo que se suspenda y reclame quien reclame.

Ha sido un avance notable el que hemos vivido en los últimos meses. Una guerra ganada con gran rapidez. Trinchera a trinchera. Una tras otra. El sueño de los periodistas deportivos más jóvenes, los que crecimos viendo jugar al Manchester United y no a Ferroviarios, los que a los 30 años teníamos un par de mundiales y dos olimpíadas en el cuerpo, hecho realidad.

Queda mucho, pero a este ritmo salir del subdesarrollo futbolístico ya no es una utopía. Lo importante es que ganaron los buenos. Lo trascendente, lo de fondo -la calidad del servicio, la seguridad, los presupuestos, la legalidad de las acciones- pasó a ser parte de la agenda de un tiempo a esta parte. Es más: se convirtió en LA agenda, haciendo rabiar a los más mañosos, a los más viejos y a los más pavos. Pero para la mayoría todo esto ha sido un bálsamo. Una bendición. Ya habría tiempo para volver a lo nimio, a la pelotita, se dijo en su momento. Cuando lo otro esté armado, cuando el resto esté seguro.

Pareciera ser el momento, otra vez, de la pelotita. De lo más simplón y general. Sin embargo, no hay que apurarse. No hay que volverse loco. Las cosas ya cambiaron para bien. Están afuera los que deben estar afuera y adentro los que deben estar adentro. Déjense de joder. Es un orgullo Mayne Nicholls como presidente, Colo Colo como sociedad anónima, que se mantenga firme el castigo a los chantas de Puerto Ordaz, Marcelo Bielsa -¡Marcelo Bielsa!- como técnico de la selección, los clubes pagando a fin de mes, la Intendendencia declarando interdicto el Santa Laura.

En fin. Un lujo. Una maravilla. Un progreso rotundo. ¿Perder con Argentina? Da lo mismo. Si pasa, igual hay que estar tranquilos. Nadie se puede enojar cuando se da la lógica. No tendría por qué ganar Chile. La ilusión es que corran, que se maten, que no de vergüenza ser chileno, que jueguen a algo. El resto es verso. Mal verso.

Respecto de la pelotita hay un solo tema pendiente: las clasificatorias. Y esas se terminan en dos años más. Ahí hablamos. Pero hablaremos entre clubes saneados, estadios nuevos y un nuevo estilo como industria. Como hay que hablar, más allá de derrotas y victorias momentáneas.

Columna publicada por el periodista Sr Felipe Bianchi Leiton en 24 de Septiembre de 2007 en el magazine de opiniones de terra. Las opiniones vertidas por este Señor no necesariamente representan el parecer del editor del presente blog y estan publicadas aqui para cimentar una sana discucion alrededor del tema Bielsa y la Seleccion Nacional.

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